domingo, 15 de marzo de 2015

Entonces, amigo mío, nunca has amado.


Depositó el vinilo en el plato, y con la delicadeza con la que lo había hecho la primera vez, como un acontecimiento extraordinario, posó la aguja sobre las ranuras del disco. El ruido empezó a expandirse por la habitación y la voz rasgada de Janis  Joplin la invadió por completo. Aún recordaba la primera vez que había hecho el amor oyendo una de sus canciones,  parecían escritas con esa intención, se había dicho siempre, nadie podía irse de este mundo sin probar esa experiencia. Encendió el último cigarrillo de la cajetilla y se apoyó sobre los barrotes del balcón, respirando un poco de oxígeno para contrarrestar el efecto del pitillo. Soltó un suspiro y se retiró la melena castaña del rostro, como si así pretendiera retirar también los pensamientos de su mente.
-¿Tan malo es? –preguntó su compañero de piso desde la puerta de la estancia. Ella se giró sin comprender.
-¿El qué?
-Amar de verdad – sopesó unos segundos su respuesta. Claro que no lo era, pero para ella sí.
-¿Alguna vez has amado a alguien?
-Si, muchas
- ¿Pero de verdad?
-Por supuesto
-¿Te has sentido como si estuvieras en el lugar y el momento precisos, como si no hubiera otro lugar en el mundo en que pudieras estar? ¿Has tenido la horrible certeza de que sin esa persona el mundo no sería nada, de que jamás habrá nadie que pueda reemplazarla o superarla? ¿Has notado ese vacío en tu pecho ante la perspectiva de perderla? ¿Te has sentido completamente lleno solo con estar a su lado? ¿Has sido capaz de memorizar cada rincón de su cuerpo, cada pliegue de su piel, el aroma de su pelo o la intensidad de sus besos? ¿Has sabido que después de hacer el amor con esa persona no podrías hacerlo como tal con cualquier otra? ¿Has sido consciente de que quererla tanto solo podría hacerte daño a ti mismo?
Su interlocutor negó con la cabeza. Ella dio otra calada al cigarrillo.
-Entonces, amigo mío, nunca has amado.